¿Has tenido alguna vez problemas para mantener una dieta alimenticia? ¿has pagado la anualidad del gimnasio a inicio de año para luego desperdiciarla? ¿has intentado poner recompensas a los niños que tienes bajo tu cuidado para que hagan sus responsabilidades… sin éxito? ¿alguna vez has sentido que es muy difícil mantenerte motivado para hacer las cosas?
Pues a muchos científicos también les han pasado todas esas cosas y se han preguntado por qué… seleccioné algunos experimentos y estudios sobre el tema y te voy a contar qué concluyeron…
Hay un par de términos que usaré: motivación extrínseca y motivación intrínseca.
- La motivación extrínseca se basa en factores externos como por ejemplo cuando a un niño le prometes un premio si saca buenas calificaciones o cuando sabe que hacer cierta cosa le evitará un castigo.
- La motivación intrínseca nace del propio individuo, es cuando hacemos las cosas por el simple gusto de hacerlas o por la satisfacción que nos generan cumplir cierta tarea, sin que nadie nos diga que la hagamos, inclusive puede ser que nadie se entere de que la hicimos.
Yo sé que puede ser difícil de creer… pero habemos personas que no publicamos una foto inspiradora en las redes sociales cada que corremos 10 kilómetros… nada más los corremos.
El dinero como motivador tiene truco
En un estudio del MIT en el que participaron 24 estudiantes, les dieron dos tipos de tareas diferentes sabiendo que todos eran capaces de realizarlas por su simplicidad. Por cuestiones de tiempo voy a simplificar mucho la explicación del experimento.
En resumen, en la primera tarea debían presionar dos teclas en un teclado tantas veces como pudieran en 4 minutos, y los que lo hicieran más rápido recibirían dinero. Para algunos, la recompensa fue $300 mientras que para otros sólo $30.
En este punto, con una tarea muy simple a realizar, el rendimiento fue un 95% mayor en el grupo de $300, mostrando que el dinero podía ser un buen motivador… pero en la segunda tarea se les pidió a los mismos estudiantes que resolvieran ejercicios sencillos de matemáticas (sumas matriciales), y esta vez, a los que se les ofreció la recompensa más alta lo hicieron un 32% más lento que los de la recompensa más baja.
Aquí hay más de una posible explicación: cuando se nos da una tarea que requiere esfuerzo cognitivo, la presión económica puede causar que el enfoque se centre en el motivador, dividiendo la atención y empeorando el desempeño.
En otros experimentos se vio que en ciertas actividades, el hecho de que no haya recompensa económica funciona mejor que una recompensa económica baja. Se enviaron dos grupos de estudiantes a recolectar donaciones casa por casa, a un grupo no le prometieron recompensa mientras al otro le prometieron una comisión muy baja… aparentemente si colectas donaciones de buena voluntad lo haces mucho mejor que si sientes que te están mal pagando.
La explicación que se dio en este caso fue que para el grupo que no había motivador extrínseco, el motivador intrínseco era suficientemente bueno: colectar donaciones. Sin embargo, cuando se metió el motivador extrínseco, este hizo que la motivación intrínseca disminuyera… y si el motivador extrínseco no es tan bueno…
En otro estudio, se buscó la relación entre el dinero y una actividad lúdica.
Se pidió a varios participantes que presionaran un botón en función a cierto comportamiento de un cronómetro…
Para algunos la asignación sería presionar el botón cuando el cronómetro llegara a 5 segundos… si lo hacían dentro de un rango de error de 50 milisegundos le daban un punto y estos se sumaban.
Para otros, la asignación sería presionar el botón cuando el cronómetro se detuviera pero no ganaban puntaje alguno.
Cada participante llevaría a cabo la tarea durante dos sesiones individuales, sin tener acceso a ver cómo le iba a los demás. Durante esta actividad se medía su actividad cerebral.
Como además era importante saber si ofrecer recompensa monetaria tenía algún efecto, antes de la primera sesión a algunos participantes les ofrecieron 200 yenes japoneses cada que cumplieran bien la asignación (el equivalente en ese momento de 200 yenes era como de 2 USD con 20 centavos), mientras que al grupo control no se le prometía dinero y simplemente se les daba la misma cantidad que a su contraparte participante del grupo al que se le ofreció recompensa… es decir para unos había recompensa directamente asociada a su desempeño y estaban avisados, para otros llegó el dinero después sin esperarlo y no había relación entre la recompensa y desempeño personal.
Después de cada sesión, tenían un tiempo de descanso en el que los participantes no creían ser observados porque no se estaba escaneando su actividad cerebral, pero en realidad sí se estaba observando si seguirían practicando la tarea o si usarían ese tiempo libre para leer o distraerse con alguna otra cosa en el cuarto en el que fueron ubicados. Para la segunda sesión no habría recompensa económica.
En ese tiempo libre en el que sí eran observados los participantes, lo que se vio es que en ambos tiempos de descanso, después de la primera y de la segunda sesión, la mayoría de los participantes a los que no les habían prometido recompensa seguían jugando mientras que en el grupo de participantes a los que se les prometió recompensa, abandonaban el juego.
Al comparar la actividad cerebral entre ambas sesiones para los que sabían que la primera sesión implicaba recompensa económica si lo hacían muy bien, se encontró un cambio notorio en la zona que se asocia con la motivación: disminuyó.
El valor que en principio le dieron al juego estaba muy asociado al premio o motivador extrínseco y no en llevar a cabo la actividad, al desaparecer la recompensa, desaparece la motivación que tomaron como principal.
¿Puede esto aplicarse a ti? Resulta que el «juego» es uno de los motivadores más fuertes para lograr cambios de comportamiento sostenidos… desde practicar un deporte, hacer ejercicio, aprender ciertas habilidades… pero si mezclas recompensas externas puedes terminar cancelando este sentido natural del juego y arruinando tu motivación.
Tipo de objetivo
El tipo de objetivo que tengas para hacer las cosas también es importante; un estudio que investigó las razones para ejercitarse encontró que aquellos enfocados en la pérdida de peso pasaban un 32% menos de tiempo haciendo ejercicio que aquellos que dijeron que lo hacían porque «querían sentirse mejor»… aquí no se trata de dinero, pero el enfoque de la motivación es extrínseca.
Efecto «qué diablos»
En este mismo tema de peso, dietas y similares… nosotros mismos nos saboteamos de otras maneras también, más allá de los motivadores… resulta que hay un efecto que llaman «qué diablos». Este “término” describe el ciclo por el que pasas cuando te das un capricho, te arrepientes de lo que has hecho y luego vuelves a por más.
Imagina que estás a dieta y de repente la rompes en una fiesta, como ya caíste en la tentación, te dices a tí mismo… bueno, hoy ya no estoy a dieta… vamos a seguir comiendo en la fiesta libremente…
La frase fue acuñada por los investigadores de dietas, pero el efecto puede aplicarse a cualquier desafío a la fuerza de voluntad o cuando nos comparamos en desempeño contra otros. Hay un estudio publicado en 2010 en la revista Appetite en que se describe que cuando una persona con restricción en su dieta percibía que la porción de pizza que se les servía era más grande que las que se les daba a otras personas, luego comían galletas de más.
¿Hay alguna pista de cómo romper este ciclo?
En un estudio, los investigadores pidieron a un grupo de mujeres que se comieran una dona en cuatro minutos y luego bebieran un vaso de agua para sentirse llenas. Después de comerse la dona, algunas de las mujeres recibieron un mensaje de autocompasión que las animaba a no ser tan duras consigo mismas por haber ingerido tantas calorías, el resto de mujeres no recibió ese mensaje.
En la segunda parte del estudio, les ofrecieron paquetes de caramelos a todas las mujeres y se les invitó a comer todos los que quisieran.
Resulta que las mujeres que habían recibido el mensaje de auto compasión comieron en promedio menos de la mitad de caramelo que aquellas que no recibieron ese mensaje.
Hay varios experimentos del tipo que llegan a la misma conclusión, entre más duramente se juzga la propia persona después de un desliz en su fuerza de voluntad, peor es el efecto “qué diablos”…
Así que puedes perder la motivación momentáneamente pero no te juzgues tan duro.
Motivación en entornos académicos
Típicamente se considera que elogiar la capacidad de los estudiantes tendría efectos benéficos sobre su motivación… pero contrario a esto, distintos estudios han encontrado que elogiar la inteligencia de los estudiantes puede tener efectos negativos.
Por ejemplo, la profesora Claudia Mueller de la Universidad de Columbia, en 1998 tomó un gran grupo de estudiantes de quinto grado y los hizo trabajar en numerosos rompecabezas de manera individual, se trataba de retos muy desafiantes… secuencias lógicas y demás… pero independientemente de qué tantas respuestas correctas tuvieran, se les dijo de manera individual que tenían un puntaje muy bueno, que les había ido mejor que a la mayoría.
A la mitad de los estudiantes se les dijo que su alta puntuación se debía a que se habían esforzado mucho y a la otra mitad se les dijo que eran muy inteligentes o superdotados.
En una segunda fase del experimento, a cada estudiante se le presentó tres tipos de rompecabezas para trabajar: rompecabezas fáciles, de dificultad media y extremadamente desafiantes.
Lo que Claudia observó en el comportamiento de los pequeños fue muy interesante: los estudiantes a los que se les dijo previamente que lo habían hecho bien porque eran muy inteligentes, pasaban la mayor parte del tiempo en los rompecabezas fáciles, no pasaban casi nada de tiempo en los rompecabezas extremadamente difíciles y pasaban mucho menos tiempo en general tratando de resolver cualquiera de los rompecabezas, es decir, fueron menos persistentes: parecían menos motivados por el desafío… además, cuando se les preguntó si estaban disfrutando la actividad, en general la respuesta no fue positiva.
Por otro lado, los estudiantes a los que se les dijo que lo habían hecho bien porque habían trabajado duro, pasaron la mayor parte del tiempo centrados en los rompecabezas más difíciles y también pasaron mucho más tiempo esforzándose por resolver cualquiera de los rompecabezas, esto se interpreta como una mayor motivación en la tarea… y además, después del experimento, en lo general, dijeron que realmente disfrutaron de toda la experiencia.
Carol Dweck, profesora de psicología en Stanford, después de estudiar distintos grupos de niños en ambientes académicos llegó al concepto del “growth mindset” o “mentalidad de crecimiento”, esto es: los individuos creen que sus talentos pueden desarrollarse con trabajo, buenas estrategias y esfuerzo, y en el largo plazo tenderán a conseguir más que los que tienen una “mentalidad fija”, es decir, los que por alguna razón se convencieron de que sus dones son innatos y no hay mucho más que hacer al respecto. La razón que se sugiere, es que los primeros… lo que creen que esforzándose pueden mejorar, se preocupan menos por parecer inteligentes y ponen más energía en el aprendizaje… mientras que los segundos, los que se han convencido que son inteligentes y ya está… temen romper esa imagen tomando riesgos que los lleven a fracasar.
Quizás alguna vez hayas escuchado hablar de Khan Academy, es una plataforma de uso gratuito con la cual podemos apoyar a nuestros estudiantes a dominar los temas a partir de práctica, con mentalidad de crecimiento.
¿Qué tipo de mentalidad tienes tú? Si somos conscientes de esto, lo podemos modificar.
MODELO ARCS para mantener la motivación en el aula
Si eres docente quizás quieras echar un vistazo a este modelo.
Referencias
Adams, C. E., & Leary, M. R. (2007). Promoting Self–Compassionate Attitudes Toward Eating Among Restrictive and Guilty Eaters. Journal of Social and Clinical Psychology, 26(10), 1120-1144. doi:10.1521/jscp.2007.26.10.1120
Ariely, Dan; Gneezy, Uri; Loewenstein, George; Mazar, Nina (2005) : Large stakes and big mistakes, Working Papers, No. 05-11, Federal Reserve Bank of Boston, Boston, MA, https://www.econstor.eu/bitstream/10419/55603/1/505087677.pdf
Hennessey, B. A. (2015). Reward, Task Motivation, Creativity, and Teaching: Towards a Cross-Cultural Examination. Teachers College Record: The Voice of Scholarship in Education, 117(10), 1-28. doi:10.1177/016146811511701007
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Murayama, K., Matsumoto, M., Izuma, K., & Matsumoto, K. (2010). Neural basis of the undermining effect of monetary reward on intrinsic motivation. Proceedings of the National Academy of Sciences, 107(49), 20911-20916. doi:10.1073/pnas.1013305107
Petruzzello, S. J. (2012). Doing What Feels Good (and Avoiding What Feels Bad)—a Growing Recognition of the Influence of Affect on Exercise Behavior: A Comment on Williams et al. Annals of Behavioral Medicine, 44(1), 7-9. doi:10.1007/s12160-012-9374-5
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What Having a «Growth Mindset» Actually Means. (2021, December 08). Retrieved from https://hbr.org/2016/01/what-having-a-growth-mindset-actually-means