Daniel tiene 12 años, pero desde pequeño era muy diferente a los demás. No se sentaba tranquilamente ni seguía las instrucciones de la escuela. A menudo se metía en problemas y peleaba con otros niños. Sus papás se sentían “malos padres” porque no podían corregir su conducta… ni siquiera podían hacer que en casa, él cumpliera con las labores que le pedían.
Todo cambió cuando el psicólogo escolar lo derivó a un neurólogo. Tras analizar su electroencefalograma y su historial, se llegó a la conclusión de que Daniel sufría del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
Aunque la vida sigue siendo desafiante para Daniel y su familia con decisiones que implican tratamientos médicos y visitas regulares a terapia… Gracias al apoyo profesional, han aprendido a trabajar en colaboración con sus profesores, han establecido rutinas e implementado estrategias que le ayudan a alcanzar sus objetivos.
Hay gente que duda que el TDAH sea algo real pero existe evidencia física, tanto en resonancias magnéticas como en electroencefalogramas, asociada con diagnósticos de este tipo.
Es cierto que los diagnósticos de este trastorno, actualmente tienen algo de subjetividad y eso puede derivar en que haya algo cierto nivel de sobrediagnóstico. Desde hace años se trabaja en el desarrollo de herramientas más objetivas en su evaluación… mientras tanto, hay familias con historias similares a la que te acabo de contar, donde no sólo tienen las dificultades propias de la condición. Además, tienen que soportar el duro juicio que reciben de los demás.
Quizás hayas escuchado que hay personas que sufren de TDAH, a quienes les recetan medicamentos que se consideran estimulantes… esto podría sonar incongruente, ¿por qué darle un estimulante a alguien que de por sí tiene dificultad para enfocarse en una sola cosa o quedarse en un solo lugar?
El TDAH no se ve exactamente igual en todas las personas, pero muchos de sus síntomas pertenecen a una categoría principal: funciones ejecutivas, que son los procesos mentales que nos permiten hacer cosas como planificar, centrar la atención, recordar instrucciones y realizar múltiples tareas con éxito
Algunas personas con TDAH tienen problemas de concentración, para recordar detalles, organización, la gestión del tiempo e inclusive el control de impulsos y las emociones.
Una de las ideas que busca explicar qué sucede en el cerebro de personas con TDAH se conoce como “la teoría de baja excitación” (Low Arousal Theory, en inglés)… esta idea además nos responde por qué los estimulantes, potencialmente, pueden ayudar. En principio estamos hablando de un desequilibrio químico en los neurotransmisores.
Esta idea sugiere que las personas con TDAH tienen cerebros crónicamente poco excitados. Esto significa que hay regiones del cerebro que parecen registrar menor actividad entre las neuronas y que las sustancias químicas que comunican señales entre ellas no fluyen correctamente. El efecto de esto, sería que la persona necesita buscar estímulos en su entorno para que esas neuronas se activen. Una posible manifestación de esto puede ser que se sientan aburridos más fácilmente con cosas que a los demás sí les entretienen.
Específicamente, el neurotransmisor que no parece fluir adecuadamente es la dopamina, que como explicamos en el video de la adicción al azúcar, se asocia con sensaciones de placer y recompensa.
Hay dos niveles medibles de dopamina a nivel cerebral: tónico y fásico.
El nivel tónico de dopamina es algo así como un nivel “basal” o de base en el cerebro. Se refiere a la actividad continua y relativamente constante de neuronas dopaminérgicas aún en ausencia de estímulos o eventos significativos.
Cuando hay un estímulo placentero, como ingerir nuestra comida favorita, hay una liberación fásica o puntual de dopamina en respuesta concreta a dicho estímulo. Una vez que el estímulo desaparece, el nivel de dopamina vuelve a su estado tónico de base.
Cuando en un cerebro hay un nivel alto de dopamina tónica, no estamos buscando motivos para la liberación adicional de esta sustancia… pero en las personas con TDAH ocurriría lo contrario: su nivel tónico o basal es reducido, por lo que las neuronas necesitan liberar mucha más dopamina continuamente a partir de estímulos externos para mantener el nivel de dopamina que tienen las demás personas. Esto se traduciría en ser hipersensible al entorno. Dejar lo que estás haciendo para explorar algo nuevo que te acaba de llamar la atención se convertiría en un impulso difícil de resistir.
En este esquema… los medicamentos estimulantes tendrían como función el ayudar a aumentar el nivel basal de dopamina entre las neuronas, con lo que se reduciría la necesidad de reaccionar tanto al entorno.
Lo mismo sucedería en las personas que han reportado haber sido diagnosticadas con TDAH a quienes el beber cantidades moderadas de cafeína les ayuda a estar más enfocados, tranquilos y hasta a conciliar el sueño.
En años recientes se han desarrollado medicamentos que no buscan modificar el nivel de dopamina en el cerebro sino el de la norepinefrina. Esta sustancia es tanto una hormona como un neurotransmisor. Quizás te suene más el otro nombre de la misma sustancia: noradrenalina… y esta parte de la palabra “adrenalina” te recuerde su función:
Cuando percibimos peligro inminente, se secreta esta sustancia para que estemos listos para la acción, bien sea para luchar o para huir… en el extremo opuesto, si tenemos una cantidad insuficiente de esta sustancia, “no llegan” las señales que deberían viajar al córtex prefrontal, que es el encargado de las funciones ejecutivas como la atención, regulación de emociones y control de impulsos.
Cabe aclarar que el TDAH no solo existe en niños. Algunos niños que padecieron TDAH parecen superarlo al crecer pero también hay personas actualmente ya son adultos y muestran síntomas de este transtorno que se verían beneficiadas al recibir apoyo profesional de expertos en el tema.
Como este trastorno tiene cierto componente genético, es posible que si alguno de tus peques lo sufre, lo heredara de alguno de sus padres. Nunca es tarde para encontrar ayuda.
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